lunes, 31 de enero de 2011

F (2010)


Un profesor de secundaria es agredido por un alumno. Divorciado, solitario y con el total desprecio por parte de su hija adolescente, de la cual también es profesor, está llegando al límite. Una noche en el instituto, acompañando a su hija en un castigo que él mismo la ha impuesto, unos extraños visitantes comienzan a acechar las aulas. El profesor, su hija, algunos empleados más del centro y otros alumnos que permanecían dentro, tendrán que intentar sobrevivir a unos despiadados psicópatas.

Diez años. Hace diez años, vuestro amigo John Trent terminó el instituto. Y hay algo que los de mi quinta y los de más atrás ya sabréis: esto ha cambiado mucho desde entonces. Me refiero a la educación de los chavales. Vale que servidor no era un ejemplo precisamente, y que también tenía sus comportamientos traviesos, hacía sus “pellas” y demás. Pero lo que sucede ahora tiene poco que ver con travesuras o no asistir algunos días a clase; aparte que esto último se ha masificado y transformado en un 31% de fracaso escolar en España. Ahora algunos institutos parecen una jungla, y la educación se ha ido perdiendo hasta rallar lo surrealista. Del extremo de que los profesores pusieran a los alumnos castigos incluso físicos, al extremo de que haya alumnos que se permitan pegar a sus profesores. Así es como empieza F.

Aunque no nos equivoquemos. F, que hace referencia a la nota más baja que puede obtener un alumno en Estados Unidos, no es un análisis concienzudo de la situación estudiantil. Más bien, se trata de un nuevo thriller con psicópatas juveniles de la vertiente “iniciada” con la genial Funny Games (1997), desarrollada bajo el prisma más comercial de cosas como Los extraños (The Strangers, 2008). Por tanto, las lecturas sociales, que están ahí, quedan reducidas a una idea más que a una resolución, pues ésta se debe a los estandartes del slasher adolescente (salvo ciertos detalles) más bien tópico.

No se trata, en ningún momento, de un slasher seminal. Ni de lejos. Lo que no quiere decir que se trate de un producto mediocre. Dentro de su irregularidad (altibajos de ritmo), su director, un tal Johannes Roberts, sabe crear tensión. La atmosfera invita a ello, aunque después surge un problema: los personajes no importan un carajo. Todo lo bueno de su puesta en escena (bastante superior a la media en estos directos a video), de su cuidado por el detalle, se echa a perder en no pocos momentos por unos personajes sin interés (los estudiantes-victima) y alguno risible (el vigilante de seguridad). Se salva el personaje del profesor, más que nada por la buena interpretación de David Schofield. Eso, la atmosfera, alguna escena gore (aunque son pocas) muy efectiva y un desenlace abrupto, y sin embargo acertado si lo miramos dentro del contexto pesimista e irracional que mueve la trama. Aunque también pudiera ser un desenlace abrupto porque su guionista no tenía idea de cómo cerrar la historia…

En ningún momento se explica porque sucede lo que sucede. No se trata de un error del guión. Está demostrado, o al menos es algo que suele funcionar, que en el cine de terror cuanto menos se sepa del asesino, mayor miedo produce. Ya sabemos que siempre hay y habrá gente que prefiere tragar todo bien masticadito, pero cualquier adepto y conocedor de la materia sabrá que, en general, se saca mejor partido a los villanos del slasher sin contar su vida en verso. Cuando se trata de psicópatas realistas (no los cuasi sobrenaturales tipo Michael Myers o Jason Vorhees), el contar poco o nada adquiere aún más sentido. Son esos crímenes sin logica aparente, desconociendo sus motivaciones, los que provocan mayor desasosiego. Los responsables de esto, supongo, valoran esta teoría, y es un acierto que sus locos encapuchados (nunca se les ve la cara) aparezcan en escena sin más y se pongan a recolectar cadáveres.

En definitiva, F no deja de ser una película modesta en resultados. Seguramente, más modesta aún si comparamos dichos resultados con las pretensiones del relato. Ahora bien, como alumno de la escuela Funny Games y derivados, quedando obviamente lejos del profesor, se encuentra a un nivel aceptable entre los alumnos. Podría haber sido mejor, pero sus setenta y cinco minutos (si, sólo dura eso) se dejan ver sin causar daño.

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