Dos parejas y el amigo de uno de ellos comienzan lo que deberían ser unas vacaciones de placer viajando en un pequeño barco. Una vez adentrados en lo basto del océano, su barco sufre un accidente y vuelca. Consiguen salir a la superficie y sentarse en lo poco que queda aún a flote. El problema es que la marea los aleja cada vez más y la ayuda no parece que vaya a llegar. Las dos parejas deciden ir nadando varias horas hasta la isla que, presuntamente, conoce uno de implicados, mientras el amigo prefiere quedarse en el trozo flotante, pues según afirma, en esas aguas hay tiburones.
El éxito de Open Water (2003) le vino muy bien a un australiano llamado Andrew Traucki. Su opera prima, la interesante Black Water (2007), de la que también escribió el libreto, situaba a los personajes, igual que en aquella, en un contexto de desesperación y supervivencia contra la naturaleza, y más concretamente contra uno de sus feroces habitantes. Si en Open Water una pareja quedaba perdida en el océano frente a sus inclemencias y, peor, frente a tiburones, Black Water tenía como temible cazador a los tan populares cocodrilos que pueblan diversas zonas de su país. Sin embargo, ha sido en su siguiente trabajo como realizador y guionista, The Reef, en el que ha dado rienda suelta, cuasi mimética, a su “adoración” por aquel sleeper del terror acuático.
The Reef comienza con aquello del “basado en hechos reales”. Los personajes sufren el accidente y sin dejar pasar mucho tiempo nos envuelve en la tensión que domina la situación. En este caso, a diferencia de Open Water, Traucki va al grano sin detenerse a grabar imágenes de animales exóticos, cambios medioambientales, etc. No se las ingenia para rellenar el metraje hasta llegar a la duración estándar; siempre suceden cosas, siempre hay un peligro. No se para tanto a mostrar, o intentar mostrar, el terror a la soledad de la situación, sino a emplearse en la “aventura” y la tensión. Y por supuesto, a dar más presencia a los ataques de tiburones (rodados con muy poco presupuesto, por lo que a veces canta demasiado la sobreposición de las imágenes).
Podría ser mejorable en varios aspectos del guión; hay situaciones realmente absurdas (uno de los personajes, a sabiendas de que los tiburones les rondan, decide apartarse del grupo para coger un trozo de tabla, o cuando en plena noche se quedan TODOS dormidos, pese a haber sido atacados previamente). No obstante, varios de sus momentos de tensión funcionan mejor de lo esperado (la búsqueda de material en la parte hundida del barco, el primer ataque, el clímax final). El director, al igual que en su anterior trabajo, sabe como manejar el suspense; sitúa la cámara en puntos clave y deja ver lo justo. No necesita de acción intensa o grandes subidas de volumen para, a ratos, apretarnos el culo al asiento.
En el lado interpretativo, la verdad es que hay que reconocer dedicación por parte de las dos parejas implicadas; en casi todo momento hacen creíble su desesperación y te meten en la trama. Ahora bien, pese a su buena labor, también hay que aceptar que su tópica presentación, llena de estereotipos, deja poco lugar a las apuestas sobre quién (o quienes) será capaz de llegar a la meta. El quinto personaje en discordia, el que se queda viéndolas venir en lo que resta sin hundirse del barco, es olvidado por Traucki, que prefiere centrarse en la odisea del resto. Un error, hasta cierto punto, pues lo poco que nos dejan ver de su situación pudiera haber dado paso a una subtrama de lo más inquietante. Casi, casi, para un spin-off. Lastima que no se vuelva a sabe de él hasta que aparecen los créditos.
Con sus errores y virtudes, The Reef supone una interesante aportación a un subgénero tan denostado como el de la amenaza animal, sobretodo cuando ésta tiene que ver con tiburones.
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