Un matrimonio es atacado, en su propia casa, por un grupo de adolescentes con pocos escrúpulos. Su intención es esperar la llegada del hijo de la pareja, con el que tienen una cuenta pendiente por ser el culpable de la encarcelación del primo de uno de ellos.
Esto del torture porn tiene varias ramas. Efectivamente, incluso un género tan, a priori, simple, como el de las torturas puede dar de sí con variados cambios de registro. Uno de ellos es el que, creo, inventó Michael Haneke con su sensacional Funny Games (1997), que una década más tarde fue remakeada (y calcada) por él mismo. Hablamos de un torture porn de autor, pausado, con mayor interés en los tiempos muertos que en los cuerpos desmembrados. En cierto modo, al menos esas, dice, fueron sus intenciones, en un intento de devaluar la violencia haciendo al espectador responsable, al contrario de claras “apologías” de la (sana) diversión o (necesario) impacto, según el caso, con la violencia ficticia del celuloide. Ambos lados de la balanza pueden estar bien, pero el que nos ocupa, el de Cherry Tree Lane, sigue paso a paso a Haneke.
Cierto es que un caso, como el de Funny Games o en cierto modo el que nos ocupa, de dramatizar la violencia y la tortura de un modo tan realista y cercano, hace que pueda no ser calificable como torture porn. No obstante, creo que el fin sigue siendo el mismo; la violencia, física o psicológica, explicita o sugerida (aquí prima más lo segundo), viene a ser el centro del relato y posiblemente una de las motivaciones del espectador al enfrentarse a ella, aunque se da más importancia a los personajes.
Ya que estamos con las comparaciones con Funny Games, película que, seguro, gusta mucho al director de ésta, Paul Andrew Williams, director también de la entretenida The Cottage (2008), hablemos de sus diferencias; en realidad, lo que Haneke quería era hacer participe al espectador de la violencia cotidiana, mientras que aquí, Williams la muestra, la expone. Así mismo, se permite más (aunque pocas) concesiones. La principal, su descripción poco sutil y algo tópica de los verdugos. Estos son chavales inadaptados, “victimas” de una educación nula, sin ningún estudio (uno no sabe leer), con familias desestructuradas y todo eso. En la de Haneke, sin embargo, los psicópatas eran chicos normales, de buena vida, familias unidas. Al menos eso se intuía. No daba motivos para sus actos más allá del aburrimiento de una vida monótona no exenta de facilidades.
Cherry Tree Lane dura sólo setenta y cinco minutos, yendo al grano desde el comienzo. Aún así, se aprecia un desgaste a partir de la segunda mitad. La presentación de los personajes es correcta, algo a lo que ayudan unas interpretaciones muy decentes, y la puesta en escena está bastante calculada y resulta efectiva; pero llegados a la parte central, no hay un desarrollo claro. No hay situaciones que hagan crecer el interés y solo nos queda la espera, acompañando a los personajes y sus predecibles situaciones, hasta la llegada del rápido clímax final. En ese momento se opta por el camino de la venganza, como si de un rape & revenge se tratase.
Con sus errores y aciertos, Cherry Tree Lane es una propuesta interesante. No aporta nada novedoso a todo lo que ya hemos visto en estos derroteros ni será recordada dentro de unos años, pero es un decente trabajo minimalista, con medios cuasi nulos y gente entregada.
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