Típico body count de los ochenta. Su peculiaridad consiste en una atmosfera sorprendentemente conseguida según sus pretensiones de subproducto. Un viejo le cuenta una historia de terror a unos jóvenes durante una noche en el bosque. Es la historia del hombre loco del titulo, al cual, si le llamas repetidas veces, aparecerá para hacerte trocitos nauseabundos. Pues, como siempre, hay un listillo en el grupo (como los canis actuales que van a los cines y se tiran un eructo para demostrar que no les da miedo la película) que se quiere hacer el guay repitiendo su nombre. Y claro, al poco aparecerá un tipo muy grande y melenudo con un hacha de considerable tamaño. No se sabe muy bien porque, el chaval listillo lo ve pero se queda en el bosque siguiéndole la pista con cara descompuesta. Los demás se van a la casa de campo para lo que suelen hacer los jóvenes en estas películas. El anciano que cuenta la historia se marcha insistiendo, con cara de interesante, “no tengais miedo de Madman”. El resto es historia. O al menos, historia serán los chavales a manos del susodicho. Pese a que, como dije, sorprende la cuidada ambientación, el resto es una sarta de tópicos mal expuestos. Además, se hace demasiado lenta y repetitiva. Lo peor es que nuestras ganas de que se carguen al futuro cani maleducado se truncan cuando no le vemos aparecer hasta el ultimo minuto y suelta una frase sobreactuada. Una lastima, podría haber sido mucho mejor. Valoración (0 a 5): 1
Si queréis saber que es lo que tienen que hacer antiguas estrellas cinematográficas para poder pagar las facturas, aquí tenéis una muestra. Un Mickey Rooney bastante quemado protagoniza junto a un jovencísimo Tobey Maguire (que por aquel entonces, rodando esta cosa, dudo que se imaginase que llegaría a ser el Spider-Man más taquillero) esta ¿comedia? ¿película de terror? ¿broma? ¿insulto? ¿obra maestra trash? sobre un muñeco asesino que viaja a lomos de una avioneta de juguete a la cual nunca se le acaban las balas. Y lo mejor es que la produjo Roger Corman, en plan ¿homenaje? de su mítica El barón rojo (The Red Baron, 1971). El muñeco es el citado barón rojo, un peligroso piloto de combate alemán que derribó muchos aviones de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Se supone que un chaval yankee (el personaje de Mickey Rooney décadas atrás) le consiguió vencer y acabar así con su maldición. Claro que, el barón dice que regresará como sea para vengarse, y como es un hombre de palabra, un día cae un rayo o algo y se reencarna en el muñeco en miniatura del barón junto a su avioneta que guarda el ya abuelo Ronney. Lo que viene después son muchos chistes malos, muertes de mentirijillas y resoluciones de momentos cumbre (atención al acto heroico final) que de tan ridículos y cutres nos lo hacen pasar muy bien si andamos etílicos. Valoración (0 a 5): 1,5
Extraño producto de finales los ochenta que no se sabe muy bien por donde quiere tirar. Al menos, hacernos la picha un lío durante su primera mitad es lo que mantiene el interés y no hace que cerremos los ojos. Lo que parece un slasher con asesinos de la tercera edad, va tomando ritmo de lo que parece ser un thriller sobrenatural, para más tarde convertirse en un correcalles con giro argumental curioso. Desde luego, dentro de lo mala que pueda ser, resulta gratificante la peculiaridad de la propuesta. Dos hermanos son acogidos por sus abuelos tras quedar huérfanos, pero los abuelos no dan ninguna confianza. Él porque parece que siempre va hasta las cejas de algo (¿viagra?) y ella porque…no sé, porque me daba mal rollo. El niño pronto descubre que su abuelo guarda en el frigorífico fruta, batidos, pescado y…una cabeza. Pero ¡esperar! Solo era una pesadilla del chaval. O no, porque luego vuelve a pasar, pero no se porque, hay una explicación (¿?), y entre tanto la figura de una mujer que se parece “misteriosamente” a la madre fallecida de los dos hermanos, va apareciéndose por ciertos lugares. Se que no os estáis enterando de nada, y lo cierto es que los agujeros del guión son tan grandes que interfieren en la sinopsis. No obstante, como dije, resulta curiosa de ver dentro de sus limitaciones, y tiene algún que momento de interes. Valoración (0 a 5): 1,5
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