Sorpresa. Así es como se puede descubrir una de las ultimas películas de Prachya Pinkawe, el mismo que dio a conocer a Tony Jaa en las divertidas Ong Bak (2003) y Thai Dragon (Tom yum goong, 2005). Lo mejor que se le da a este hombre no son, desde luego, las escenas dramáticas, contar una historia o dirigir actores. Pero como director de acción, y punto, vale lo suyo. En Chocolate volvemos a sus historias de medio folio (aunque esta vez se toma más en serio el drama de una familia buscando dinero para un tratamiento de cáncer) para llegar a lo que de verdad interesa: las escenas de hostias. Y estas cubren por completo las expectativas depositadas en él. Vale que no sean tan espectaculares como las dos anteriormente citadas. Pero, sin entrar en comparaciones, la verdad es que la chavalita lo borda. Coreografías rápidas, golpes en primer plano (al final hay unas “tomas falsas” al estilo Jackie Chan, en las que vemos como la misma protagonista o los secundarios y extras acaban varias veces hechos una mierda), saltos que desafían la gravedad, patadas, puñetazos, luchas con katana, etc. Lo cierto es que para los que disfrutamos de estás películas, Chocolate supone algo incluso original y muy bien hecho. Un aplauso para Pinkawe y la joven Jeeja Jamin, de la que pueden esperar grandes cosas próximamente. Valoración (0 a 5): 3,5
¿Qué pasa si plagiamos la gran Battle Royale (Batoru rowaiaru, 2000) y metemos entre medias al famoso wrestler Steve Austin? Así, a priori, no parece que la cosa pinte muy bien. Si además los productores son nada menos que, efectivamente, la WWE, y la factura parece más bien televisiva…empezamos a pensar peor. Pero, cuidado, La isla de los condenados es mejor de lo que parece. Pese a que no tuvo aceptación alguna en su fugaz paso por los cines, este vehículo de acción y violencia es tan entretenido y cafre que se le olvidan sus obvios defectos. Casi, casi, cine de acción de los ochenta que podría haber producido la Cannon. Además tenemos de villano a un Vinnie Jones pasándoselo pipa y cargándose gente sin pestañear. Y, a todo esto, más reflexión (aunque muy obvia) de lo esperado a cerca de la tele basura y como ésta domina el cerebro de sus adeptos. No obstante, no esperéis un estudio de la violencia a lo Michael Haneke. Si por el contrario queréis ver tiros, hostias y palabrotas en boca y mano de tipos duros como los de antaño, estáis de enhorabuena. Ya de paso, podemos imaginarnos lo que pasaría si un día metiesen a Vinnie Jones en la casa de Gran hermano. Seguro que a partir de ese momento los que no vemos tal programa empezaríamos a ser asiduos. Valoración (0 a 5): 3
Otra película que no hace mucho parió la WWE con una de sus grandes estrellas fue Persecución extrema (The Marine, 2007), aunque me cuesta mucho darle el aprobado. Y me entristece, porque parecía que ésta (y no La isla de los condenados) sería esa vuelta añorada al cine de adrenalina y machos musculosos de los ochenta. Pero no. Aunque lo intenta, siempre la falta un hervor. Primero, porque es PG13, y la violencia se siente descafeinada, falta de garra, casi infantil. Y segundo porque una cosa es tomarse a broma (que es lo más coherente) la película, pero otra muy distinta hacer chistes tontos sin gracia y basar la acción en varias explosiones digitalizadas y ver como John Cena, cachas de la función, corre de un lado para otro sin saber muy bien que hacer. Si esto lo hubiese protagonizado Schwarzenegger hace veinticinco años, seguro que, al menos, resultaría mucho más simpática. Pero Cena no es Arnie, ni siquiera Dolph Lundgren o Chuck Norris. Tras el fracaso comercial de Persecución extrema u otras como 12 trampas (12 Rounds, 2009) parece querer dedicarse al rap (¡!) o, si también le sale mal eso, a seguir repartido hostias falsas en el cuadrilátero. Valoración (0 a 5): 1,5
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