Mark Millar es, ante todo, un provocador. Pero no un provocador cualquiera, sino uno con talento. Sus guiones para el mundo del cómic casi siempre han seguido esa tendencia, incluso cuando se ha adueñado de personajes populares de Marvel como los X-Men y Spider-Man o para DC con Superman. Es sin embargo con las historias propias, con personajes salidos de su mente, cuando el autor ha mostrado una personalidad más desbordante y muy radical. No hace mucho pudimos ver la adaptación al celuloide de una de sus mejores obras, Wanted. Aquella entretenida y espectacular película dejaba claro, no obstante, que llevar a un arte / ocio de masas la irreverencia y cuasi anarquía (otros lo llaman fascismo) de las viñetas de Millar es tarea harto complicada. De ahí que ese Se busca (Wanted, 2008) se pudiese entender en realidad como una visión soft del cómic, que no terminaba de captar su esencia ni, en cadena, su provocación. La cosa pintaba similar para adaptar una obra tan genial e inmoral como es Kick-Ass. Aún más, pues en ésta se tratan temas más conflictivos como el situar en el eje de la ultra violencia a niños y adolescentes, metiéndoles en una trama de superhéroes que poco tiene que ver con las clásicas historias.
Para llevar a buen puerto la difícil adaptación se contactó con el director Matthew Vaughn. Viendo su breve filmografía uno puede pensar que no era el más adecuado. Ni Layer Cake (2004) ni Stardust (2007) tienen mucho que ver con las intenciones de Millar. Ahora bien, si leemos algunas de sus entrevistas, nos damos cuenta de que se trata de un tipo con las cosas claras, dispuesto a rebajar presupuestos y audiencia masiva en pro de la fiel aproximación a las bases originales. Así, Kick-Ass se tuvo que rodar con un presupuesto de 30 millones de dólares, y recibió de forma coherente la necesaria calificación R (sólo para adultos) en Estados Unidos. Quedaba por ver si Vaughn, también guionista junto a su socia Jane Goldman, serían capaces de llevar la obra de Millar a la pantalla sin perder su fuerza y arriesgado contenido. Una vez vista, hay que reconocer su esfuerzo y los objetivos en gran parte conseguidos. Aunque también se han hecho varios cambios argumentales que huelen más a conseguir accesibilidad que novedad.
Esta vez, al contrario que en Wanted, si han conseguido captar el espiritu del original. No al cien por cien, pero al menos en gran parte. Pese a los cambios en el devenir de algunos personajes (el protagonista sale mucho mejor parado, y su transformación de pardillo en héroe laureado es poco menos que vertiginosa), así como la explicación de las motivaciones de otros (el pasado de Big Daddy es presentado aquí de forma más épica, así como su propia figura), el conjunto es, dentro de lo posible, lo más similar que uno podría esperar de la adaptación. Y eso, en tiempos tan políticamente correctos, es una bendición. Kick-Ass es violenta, inmoral, anárquica y valiente. Posiblemente, de culto instantáneo por su extraña concepción dentro del cine comercial actual. Y también posiblemente, una de esas películas que levanten tantos odios como pasiones. Hay que saber conectar con ella, con sus personajes y su ambigua moralidad. De no hacerse en los primeros minutos, es difícil que el resto de la trama se entienda y/o se valore con criterio.
El reparto funciona a medias. Los mejores, sin duda, un Nicolas Cage que parece resurgido como gran actor interpretando a Big Daddy, y la sorprendente Chloe Moretz, como su hija, Hitgirl. En el caso de ambos, clavarlo es poco. Luego tenemos a un brillante villano encarnado por el, como siempre genial, Mark Strong. Pero hablemos de los que no han quedado tan bien en pantalla. Sin ir más lejos, el propio Kick-Ass, con el rostro de Aaron Johnson, se queda a medias. No es que Johnson lo haga mal, ni mucho menos, pero su caracterización de “nerd” se antoja bastante forzada en ocasiones. Su novia tampoco cuadra mucho, ni el chaval que interpreta a Red Mist (huid del horripilante doblaje que se han “currado” en España). Pero son daños menores dentro de un conjunto que depara diversión constante, amor por el mundo del cómic y los superhéroes (en la BSO se distinguen fácilmente temas instrumentales de otras películas del subgénero), violencia sin prejuicios (aunque se han olvidado del sexo), y provocación a los valores más conservadores y el entorno familiar (aunque aquí no quede explicado, Big Daddy enseña a su hija a manejar armas y combatir antes de dejarla ser una adolescente más con aires de Hanna Montana). Por cierto, en la realización de Vaughn hay momentos de planificación totalmente asombrosos. Habrá que seguirle la pista de cerca.
Valoración (0 a 5): 3,5
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