La idea de meter varios personajes en un lugar cerrado y crear un conflicto entre ellos admite muchas vertientes. Ya sea en los géneros que aquí nos ocupan u otros, es un elemento muy solicitado por cineastas, normalmente como carta de presentación. Se presupone en estos inventos que no es necesario poseer grandes medios económicos. Es más, cualquiera con una cámara, varios actores no necesariamente profesionales y un lugar en el que rodar, puede fabricarse algo del estilo. Ahora bien, aunque por poder, pueda hacerse, se necesita talento para que el resultado sea, al menos, decente. Y no son tantos los ejemplos que podemos dar en cuanto a buenos resultados. Pero haberlos, los hay. Sin ir más lejos, en los últimos años hemos visto como Vincenzo Natali con Cube (1997), James Wan con Saw (2004) o en nuestro cine, Luis Pedrahita y Rodrigo Sopeña con La habitación de Fermat (2007), conseguían buenos resultados, ingeniosos y frescos, partiendo de presupuestos reducidos pero buenas ideas tanto visuales como de guión. No obstante, si hay una película que provoca la comparación con la que nos ocupa, esa es otra española, El método (2005), dirigida por Marcelo Piñeiro adaptando la obra de teatro El método Gronhölm. Aquella magnifica película, además de cosechar un importante éxito comercial, demostró como una entrevista de trabajo en una sala cerrada puede consentirse en un oscuro thriller de suspense en la que sus personajes optan por comportamientos poco menos maquiavélicos que los del villano de turno de cualquier producto de terror.
No estoy seguro si los responsables de Exam se vieron varias veces aquella película, pero lo que nos cuenta, salvo las necesarias variaciones, es algo muy similar. Tenemos ocho personajes, cuatro hombres y cuatro mujeres, de distintos orígenes étnicos y preparación, reunidos en una inquietante sala. Tienen ochenta minutos para hacer su examen. Pero la cosa se complica cuando, al dar la vuelta al folio que cada uno tiene en su mesa, no hay nada escrito en él. No hay preguntas, pero deben encontrar respuestas. Y esas respuestas, como vamos viendo a lo largo de la trama, se encuentran dispensadas en el mismo entorno en el que se encuentran, aunque no a la vista. Como es de esperar, la lógica y la conversación entre ellos cederán a los nervios e incluso la violencia, cuando la desesperación y el estrés contra reloj hagan acto de presencia. En ese sentido, Exam va más allá de lo que vimos en El método. Se va convirtiendo en un thriller claustrofóbico dónde la vida de los personajes deja de tener valor. Cosas de la crisis, o tal vez algo que tiene que ver con el futuro de sus propias vidas. La mejor forma de disfrutar de una película como Exam es dejándose llevar, en ocasiones con paciencia.
La palabrería no siempre es interesante, aunque de vez en cuando irrumpe un giro argumental que sorprende, o casi. Pero, a medida que avanza, tememos una cosa: ¿La que están liando se corresponderá, en interés, con lo que los guionistas hayan pensado para el desenlace? ¿Las respuestas a los acertijos valdrán la pena? Ahí es dónde falla. Y es que, como sucede no pocas veces en propuestas de este tipo, el desenlace imaginado por sus responsables puede no ser el mismo, al menos en contundencia, que ha ido creciendo en nuestra mente. Puede, por tanto, decepcionar. Más aún si nos da la sensación de que, seguramente, no tenían ni idea de cómo poner la ultima pieza. El recurso de alargar el clímax final, dar más explicaciones de la cuenta (algo usual en la citada Saw y sus secuelas) y que todo termine en una trivialidad, no borra los elementos de interés previos del comienzo y el desarrollo, aunque deja sensación agridulce. Luego ya, quien quiera sacar conclusiones en cuanto a la critica social al capitalismo, al mundillo trepa, al egoísmo e individualismo de la sociedad y demás, pues que lo haga. Con todo, Exam es una buena carta de presentación para su director y guionista, el ingles Stuart Hazeldine, y otro ejemplo de que, con poco dinero, pocos actores (aunque bastante correctos) y poco espacio, se puede sacar, siempre con un poco de talento, algo decente.
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