miércoles, 17 de marzo de 2010

Donde empieza el negocio y acaba el arte


No es cuestión de entrar a debatir si mucho del cine que se hace es arte o no. La literatura es arte ¿verdad? Y digo yo, que hay libros buenos, y también libros malos. Pero la calidad no es lo que hace que no sea considerado arte uno u otro. En el cine pasa lo mismo, toda película parte de un guión, o eso dicen. Por tanto, aunque solo fuese por eso, y porque para su concepción han hecho falta una fotografía, una escenificación, una labor interpretativa o un montaje, ya puede considerarse arte una patochada como, que se yo, Fuga de cerebros. Otra cosa que, como en todo, debamos diferenciar entre el arte bueno y el arte malo…¿o a caso todas las pinturas son buenas, o todas las obras arquitectónicas? Por tanto, creo que es en ese dato donde unos cuantos se equivocan al decir eso de -gafas de pasta incluidas- “hoy en día el cine es más negocio que arte”. Pues no, esa no es la razón amigos. La razón del por qué la cosa ha degenerado la debemos encontrar en las propias salas de cine y en las personas que las suelen habitar: bandas organizadas y numerosas de niños sin educación, gente que mastica como si le fuese la vida en ello, otros que hablan tan alto que deben pensar que le dan un premio en metálico al que más eleve el tono, otros que te dan patadas en el asiento pensándose que trabajas de sparring. Y todo esto sin que nadie, absolutamente nadie que trabaje en los cines, al menos en los que yo conozco y he conocido últimamente, reprima sus comportamientos animales. Hace años incluso el legendario “linternilla” tenia una especie de poder para mandarles callar y/o comportarse como humanos civilizados, pero eso ya ha desaparecido. Ahora, parece que al pagar tu entrada tienes derecho a mearte en la pantalla y celebrarlo, y de ahí que ahora todo sea un negocio. De ahí que ahora la mayoría de la gente que acude en masa a los cines sean chavales que no pasan de los dieciocho años, mientras que muchos adultos que antes frecuentaban las salas hayan decidido quedarse en casa con los decrépitos Screeners. No obstante, ha habido un incremento de adultos que han sucumbido al comportamiento salvaje, y por tanto han amparado el modelo de negocio sobre el arte que aquí examinamos. Servidor, sin ir más lejos, antes solía ir al cine hasta diez veces al mes, y desde hace unos dos años mi asistencia ha quedado en dos o tres, a veces eligiendo bien días y horas siempre que el trabajo me lo permita. ¿Quiere decir que veo menos películas que antes? Para nada, veo lo mismo o incluso más, pero la sala de cine ya no es lo principal, a no ser que quiera padecer un torture-porn que ni las pelis de Saw.

PD: A los que piensen que exagero, que no creo que sean muchos, le dejo hacer un experimento. Pongan en Google “Salas de cine gente maleducada” y comprobará que la epidemia se extiende.

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