
No sé si cuando hicieron Crepúsculo (Twilight, 2008) tenían idea de que iba a tratarse de tal fenómeno de masas. Y eso que los libros en los que se basa son auténticas maquinas de hacer dinero. El caso es que aquella película costó unos míseros 35 millones de dólares, algo que, en pantalla, se notó para mal. Aunque ojo, pese a ello, después de tragarme mis prejuicios, me resultó más entretenida y resultona de lo esperado. Es por ello que, dado el mayor fenómeno en el que se ha convertido la segunda entrega, lo mejor es ver para opinar con criterio sobre lo que empuja a tanta gente a seguir apasionadamente tanto los libros como las películas. La conclusión es obvia, pues, al igual que Titanic (1997) se convirtió en la película más taquillera de la historia (sin ajustar la inflación) gracias a su historia de amor imposible llevada a un entorno épico, ésta saga cumple, dentro del género fantástico, las mismas normas. Incluso si vamos más atrás, comprobaremos que la película que es realmente la más vista en cines de la historia, Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1939), nos muestra otro amor de final incierto dentro de una situación extraordinaria. Extrapolando todo al contexto adolescente, con vampiros y licántropos de por medio, tenemos la enésima reencarnación de todos esos romances, convenientemente actualizada y con los suficientes añadidos para hacerla una obra “nueva”.

En resumidas cuentas: Pasable
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