jueves, 27 de agosto de 2009

La puerta (The Gate, 1987)


Dos amigos, Terry y Glen, descubren en el jardín de la casa del primero un extraño hoyo. En realidad, se trata de una puerta que servirá a los demonios para entrar en nuestro mundo. Para evitar que las fuerzas del mal consigan su propósito, deberán hallar la forma de cerrar para siempre esa puerta.

Hablar de una película como La puerta, es lo mismo que hablar de otras tantas series b estrenadas a lo largo de los ochenta. Muchas de ellas, mejores o peores, tienen una cualidad innata para enfrascarnos en la historia. Podríamos decir que hay una magia, buscada o no, que es muy difícil ver en pleno siglo XXI. Suena un poco al dicho cascarrabias de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, pero, al menos en este sentido, hay que admitir que no hay comparación. La puerta no es de las mejores obras del terror ochentero, aunque si es una de las más presentes en muchas infancias, incluida la mía. El terror que me producía esta simpática historia de demonios, monstruitos creados por stop motion y el rollo juvenil pseudo hortera tan típico de aquellos años, era equiparable, cuando a penas levantaba un metro del suelo, a lo que ahora puedo sentir viendo Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979) o El exorcista (The Exorcist, 1973). Obviamente, vista ahora tiene más de terror blandito, aderezado con toques de comedia adolescente, que de película que nos haga ensuciar los pantalones. Pero es el recuerdo, la nostalgia, lo que hace que todo fan del género (o al menos unos cuantos) la haya mantenido en su memoria como un pequeño clásico de culto.

La historia es interesante, el desarrollo, en algunas partes, también, además de siempre entretenido. Tenemos al chaval problemático (un jovencísimo Stephen Dorff), a su inseparable friki-amigo (un niño algo repelente con gafas de culo de vaso), y a la hermana que parece ir “a su bola” pero que luego es muy buena y detallista con los suyos. En la amistad entre los dos primeros, y más tarde la unión de la tercera, surge algo así como una (tenebrosa) aventura de colegas, siempre con la casa como único y aprovechado escenario. Los efectos especiales, vistos en la actualidad por alguien acostumbrado al CGI más caro, pueden resultar cutres y desfasados, pero para los que disfrutamos del arte del maquillaje a mano, del stop motion y de los animatronics de toda la vida, La puerta significa un placer para la vista en algún que otro momento (la reunión de monstruitos para dar la bienvenida a su gigantesco jefazo), y aunque en general no sea nada del otro mundo, elementos como los citados efectos especiales o varios guiños míticos a grupos de música heavy, hacen de ella una agradable peliculita.
Por cierto, ya se prepara un remake, que dirigirá un tal Alex Winter y, se dice, se podrá ver en tres dimensiones.

Lo mejor: Los efectos especiales, creados mediante stop motion, la banda sonora y la curiosidad de ver a Stephen Dorff de niño.

Lo peor: Algunos diálogos demasiado ingenuos, y una dirección algo torpe (fallos de raccord obvios).

Valoración (0 a 10): 6,5

Trailer

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