Que a Robert Rodríguez (aquí en labores de guión y producción) le apasiona Depredador (Predator, 1987) queda reflejado en muchos momentos de esta especie de secuela. Ahora bien ¿es eso suficiente para que la película funcione? No del todo. La intención con Predators es buena, y su director, el incipiente Nimrod Antal, no lo hace mal (al menos visualiza las escenas de acción y gore con un pulso menos dislocado que otros compis de profesión actuales). Hasta aquí todo bien. Según avanza, nos damos cuenta que se ha subido un escalón en calidad respecto a los mediocres spin off que contaban con el monstruo de marras y el también mítico Alien: Alien vs. Predator (2004) y Alien vs. Predator 2 (2007). Pero también nos damos cuenta de que acercarse a la obra maestra de McTiernan y Schwarzenneger es algo de lo que podemos ir olvidándonos. E incluso se le queda algo grande la resultona secuela que protagonizó Danny Glover en 1990. La acción esta vez se desarrolla en ¿el futuro?, dentro de una isla que se descubre como una reserva espacial de caza propiedad de los depredadores del titulo. Esta vez, en lugar de dar caza a un grupo de elite del ejercito se la darán a varios asesinos, que aunque no tengan los músculos de Arnie y los suyos, también se han cargado a unos cuantos en su vida en la Tierra. Que el protagonista sea Adrien Brody podía echar para atrás en un principio, por aquello del “no pega”. Pero el tipo de la nariz larga se las arregla para crear un buen personaje. Pese a ello, solamente Arnie tenía más carisma y presencia en pantalla que todo el grupo de criminales que vemos en ésta. El guión no es gran cosa, y a veces es fácil dejar de prestar atención en inservibles puntos muertos -la aparición de Laurence Fhisburne, que recuerda mucho a la de Tim Robbins en La guerra de los mundos (War of the Worlds, 2005)- o aburridos paseos por la selva. Cuando deciden centrarse en la acción y la sangre, la cosa sube algunos puntos. Así como cuando escuchamos la banda sonora de John Debney, claro homenaje a la película original, o contémplanos los magníficos efectos de maquillaje (menos mal, no han tirado a penas de CGI) que guardan alguna que otra sorpresa, como un Predator de nuevo diseño, más salvaje que los de siempre. No está del todo mal, pero podría haber sido mucho mejor. Valoración (0 a 5): 2,5
Más de uno pensará, al ver el cartel de Centurión, que Neil Marshall ha dado un cambio de registro a su carrera. Pero nada más lejos de la realidad. El director de las notables Dog Soldiers (2002), The Descent (2005) y Doomsday (2008), ésta ultima, por cierto, muy infravalorada, se ha metido de lleno en el cine épico “de romanos”, pero lo ha hecho con sus mismas inquietudes narrativas. Pese a que Centurión no sea cine fantástico ni terror, la situación en la que pone a sus personajes es la misma que sus anteriores trabajos: una legión romana es masacrada por un pueblo bárbaro de las montañas, las cuales tenían intención de invadir los primeros. Un pequeño grupo de supervivientes buscará venganza en el poblado, pero el ataque llevará a su huída desesperada. De este modo, Marshall plantea el mismo dimela de siempre (personajes encerrados en un entorno salvaje, y presas de caza ya sea de seres humanos o monstruosos), aunque no le funciona igual de bien. Sin ser una mala película, puede considerarse la más floja. En realidad, la única floja hasta el momento. Y esto sucede porque no los personajes no llegan a tener nunca un interés claro, así como que resultan totalmente ambiguos en su moralidad, pero sobretodo porque no consigue crear un suspense igual de efectivo. Al menos no se ha olvidado de su desprejuiciado sentido de la violencia, y cada diez minutos nos pone en bandeja decapitaciones y desmembramientos varios. Valoración (0 a 5): 2,5
Esto del remake a veces depara sorpresas. Una de ellas, y poco esperada, es la del nuevo Karate Kid. Lo que parece (y en cierto modo, es) un juguete producido por papi Will Smith para que su retoño, Jaden, se de a conocer en la gran pantalla con un papel protagonista, se convierte en una de las películas más entretenidas y honestas de este verano. Y además, mejor que la original. Ya sé que hay muchos puristas de la película de 1984, cosa que tampoco termino de entender pues, más allá de la nostalgia de los ochenta, aquella Karate Kid era entretenida, pero siempre la he visto poco trabajada. Empezando por su protagonista, un Ralph Macchio un tanto soseras cuando tenía que repartir leña. No era creíble, vaya. Pat Morita es un clásico, eso es obvio. Al igual que el “dar cera, pulir cera”. Pero el remake, a parte de tomar camino libre salvando la premisa básica (y pese a que lo que aquí se practica es kung fu, y no karate) resulta ser un producto más trabajado, igualmente basado en el cine-formula, prefabricado dirán, pero lo que importa: bien hecho. El mayor acierto, sin duda, es el feeling entre Jaden (que no lo hace nada mal y resulta más creíble que Macchio) y un Jackie Chan esplendido, sorprendente. Tan comedido que por momentos no parece él. Además, las dos horas y cuarto que dura, a priori innecesarias, no se hacen largas en ningún momento, y el interés por el director en crear un conjunto más épico que su modelo se salda con éxito en determinados momentos. En esto ultimo ayuda bastante la genial partitura de James Horner. Pues eso, bastante mejor de lo esperado. Valoración (0 a 5): 3,5
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