sábado, 27 de marzo de 2010

Daybreakers (2010)


Vivimos tiempos de riqueza para los vampiros. Ahora, con la saga Crepúsculo, millones de niñas chorrean de placer viendo vampiros románticos (y bastante sosos) con el torso descubierto. Por tanto, una película como Daybreakers viene a ser la alternativa para los machos, para que éstos chorreen de placer viendo gore y vampiros rudos high tech. Claro que la apuesta que nos ocupa ha salido un tanto sibarita y no será del agrado de todos los que solo busquen eso, y puede que tampoco lo sea de los que busquen mayor trascendencia. Y es que, lo que le sucede a Daybreakers es algo similar a lo que recientemente comentaba respecto a El hombre lobo (The Wolfman, 2010). A partir de una premisa que da para mayores lecturas, se opta por un desarrollo y desenlaces precipitados, ruidosos y a un paso de caer en el fast food, más nutritivo de lo que se podría esperar, pero fast food al fin y al cabo. No deja de ser un espectáculo tan económico en medios como entretenido si no nos ponemos en plan gafapasta. Cualidades tiene: los hermanos de marras -los Spierig, directores, que se dieron a conocer con la estimable Los no muertos (Undead, 2005)- se las apañan para crear decentes set pieces de acción, y el guión propone buenas ideas. Pese a ello, no deja de ser una vuelta de tuerca a lo que leímos en el Soy leyenda (I Am Legend) de Richard Matheson, o vimos en sus respectivas adaptaciones al cine. Pero esta vez la historia nos la cuentan desde el punto de vista de los vampiros y no el de los humanos (o el humano). A partir de ahí, comprobamos que, mande quien mande, se viva de día de noche, se beba whiski o sangre, la mierda sigue donde tiene que estar. Las diferencias entre ricos y pobres son latentes, los alimentos puros (la sangre humana, que va quedando poca) quiere ser ofrecida por elevados precios a la jet set muerde-cuellos, mientras que para los pobres una de dos: o se apañan con la mierda artificial que quieren inventar o se mueren de sed, se beben ellos mismos y se transforman en criaturas tan terribles como un maratón de Gran hermano.



Claro que el héroe deberá entrar en escena, y este no es otro que un vampiro bueno y de conciencia social con los rasgos de Ethan Hawke. Uniéndose a un grupo de humanos rebeldes, comandados por un divertido Willem Dafoe en plan secundario roba-escenas. Este le mostrará al vampiro bueno que tiene el método para que los vampiros vuelvan a ser humanos (una chapuza que básicamente consiste en quemarse hasta estar al borde de la muerte y así despertar como un vil mortal, lo que provoca un divertido juego: si no le gusta el nuevo estado siempre le puede pedir a un compi chupasangre que le de un bocao). Así, Dafoe, Hawke y una mujer que servirá el elemento pseudo romántico de la historia, se unen para dar por saco al jefazo del orden vampirico, Sam Neill. El problema es que, aunque tengan la cura, no parece que haya muchos decididos a volver a ser humanos, y de nuevo tener que pensar en que algún día palmarán. Como apunté en el párrafo anterior, los directores del invento, los hermanos Spierig, dirigen con pulso firme la acción, empapan el conjunto del mismo aire “azulado” que ya vimos en su opera prima, y básicamente, aunque en aquella la amenaza fueran zombis y en esta vampiros, podrían pasar por el mismo aro. Incluso el sangriento clímax final se pretende bastante Romeriano en cuanto a la actuación de los vampiros y el efecto de sus delirantes ataques. Más allá de las escenas de acción, algún que otro apunte de guión y el desprejuicio en mostrar gore por doquier, Daybreakers pasa por una película discreta en su conjunto. Visible, incluso disfrutable en su momento, pero muy fácil de olvidar nada más llegar a casa.

Valoración (0 a 5): 2,5
 

No hay comentarios: