La primera duda que te asalta al leer la premisa de The Signal, es si se trata de una adaptación encubierta de Cell, la novela de Stephen King. Según avanza la trama, aunque su tono desconecta de la narración del famoso autor, la influencia es evidente. No obstante, estamos una película inclasificable, tanto en género como en intenciones. Tal vez ahí reside su principal interés. Mezcla ciencia ficción apocalíptica, terror, humor negro y drama romántico, entre otras cosas. Juega con elementos como psicópatas, individuos similares al concepto infectado/zombie o descomposición del modelo de vida familiar. Unas extrañas señales comienzan a aparecer en todas las televisiones o teléfonos móviles. El resultado es que todas las personas que atienden a dichas señales entran en un estado perpetuo de locura. No sólo confunden a otras personas o imaginan conversaciones, sino que sienten el deseo de asesinar. A partir de esto, la trama se divide en tres capítulos: Transmisión I, II y III.
La primera parte, la más corta, es una simple pero muy efectiva presentación de los dos personajes aparentemente principales. Digo aparente, puesto que en la segunda parte el protagonismo pasa de forma inesperada a otros personajes, así como el tono cambia hacia un extraño humor macabro. Es aquí donde la locura de los personajes, y la transmitida al espectador a modo de una necesaria confusión narrativa, hacen mayor acto de presencia. Llegados al último acto, centrado en un largo clímax final, uno no sabe si a los guionistas se les ha ido la pinza o por el contrario saben perfectamente lo que se hacen. El conjunto, pese a irregular, guarda suficientes buenos momentos y alicientes como para significar una digna carta de presentación de sus responsables, David Brukner, Dan Bush y Jacob Gentr, directores y guionistas (se supone, cada uno de las respectivas partes) que realizan con ésta su opera prima.
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