Corrían finales de los años sesenta cuando un joven director desconocido, de nombre Tobe Hooper, dirigía una pequeña película titulada Eggshells (1969). Nadie presagiaba entonces que en sus planes, inconscientemente, tenía entre manos el rodaje de uno de los mayores clásicos del cine de terror. No obstante, tardó cinco años en estrenarla. El camino fue arduo, lleno de problemas. En principio, la producción de aquella película prácticamente underground, para la que inicialmente se barajaron títulos como Cara de cuero (Leatherface), contaba con un presupuesto estimado en 60.000 dólares. Al final, la cifra ascendió hasta los 120.000 dólares, lo que causó más de un quebradero de cabeza a los inversores, antes de saber que se trataría de una de las películas independientes más rentables de la historia del cine. Dichos inversores eran nada menos que gente de la mafia, pues la ya conocida como La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre) no encontró estudio dispuesto a apostar por ella. Fueron estos mafiosos los que pagaron de inmediato por hacerse con el producto y llevarlo a los cines en 1974. En principio, la idea era estrenarla en unos cuantos cines al aire libre, sesiones dobles, etc. Al contrario de lo que esperaba la mayoría, La matanza de Texas se hizo con buenas críticas dentro de los sectores más visionarios y desprejuiciados, y la gente, guiada por el morbo de sus carteles (que rezaban aquello de “basado en hechos reales”, aunque en parte no sea así) y de la publicitada violencia descarnada, acudió en masa a los cines. Cuando se quisieron dar cuenta, la película estaba recaudando millones en Estados Unidos, y más tarde en todo el mundo. Un total cercano a los 100 millones de dólares de la época, y el culto instantáneo surgido entre los aficionados al cine de terror, con Cara de cuero, su principal villano, erigido en icono del género, fueron el comienzo del mito, y también de una saga, remakes, precuelas, e incontables imitaciones.
Según comentan los involucrados en el proyecto, el inesperado éxito no les hizo millonarios. Más bien, a penas vieron un duro. La mafia se quiso, y consiguió en parte, quedarse con todos los beneficios. Hooper, el equipo detrás de las cámaras y los actores, tuvieron que entrar en denuncias y juicios con la mismísima mafia para intentar sacar tajada. El éxito de la propuesta se debió, a parte de lo mencionado, a ser uno de esos inventos que, de vez en cuando, nacen en estado de gracia. Viendo gran parte de la carrera posterior de su director, aún muchos no creen que esto le saliese conscientemente. Si La matanza de Texas es una obra maestra, y una de las películas que mejor representa la locura y la angustia en estado puro, es por su escasez de medios y falta de pretensión inicial. La suciedad de la imagen, lo tosco del montaje, el uso exagerado de gritos ensordecedores, etc. Lo que podría haber sido no más que un proyecto de fin de curso de un amateur fanático del cine de terror, pasó la línea que separa ésto de la maestría.
El éxito de La matanza de Texas no iba a quedar olvidado por la industria. Es por ello que, aunque de forma tardía, el propio Tobe Hooper recogió el encargo, por parte de la entonces exitosa Cannon Films, de dirigir una secuela. La matanza de Texas 2 (The Texas Chainsaw Massacre 2, 1986) contó con mucho más presupuesto, una estrella conocida (Dennis Hooper) de protagonista, y mayor abundancia de gore (algo curioso es que, aunque normalmente catalogada como gore, la primera parte a penas utilizaba el recurso de la hemoglobina, sino que tendía a sugerirla). Pero el cambio principal se dio en el añadido de un humor negro siempre presente, desconcertante y grotesco. Fue por ello que no pocos la entendieran como una parodia de la primera. Algo de razón tenían, aunque vista hoy, La matanza de Texas 2, que decepcionó por doquier, se puede contemplar como una divertida variante, arriesgada y sincera. Otra película de culto, a su modo, y que puede ser vista independientemente de la primera entrega. Si entramos en comparaciones directas, obviamente sale mal parada.
La tercera y cuarta entregas, son otra historia. Muy mediocres, aunque no exentas de curiosidades cinéfagas. La tercera, de la que Tobe Hooper pasó al momento, fue encargada a un joven cineasta y actor de serie b, Jeff Buhr, cuyo trabajo como director más reconocible hasta el momento era El padrastro 2 (Stepfather 2, 1989). Según el propio Buhr, el material que le dieron para dirigir en pocas semanas la que se titularía directamente Leatherface (1990) era nauseabundo. No había por donde cogerlo. Aun así, había que comer, y no era una mala oportunidad dado el prestigio que seguía teniendo la saga entre millones de aficionados. Lo peor llegó cuando la censura habló. Al parecer, la película era demasiado sangrienta para obtener la calificación “menores de 18 acompañados”, y tuvieron que ponerse a recortar escenas sin ton ni son. El resultado es el que finalmente se ve en pantalla. La curiosidad de Leatherface en el plantel artístico es el poder ver a un joven Viggo Montersen haciendo de histriónico psicópata.
El hundimiento de la franquicia, al menos por aquel momento, llegó con la cuarta entrega. La matanza de Texas, la nueva generación (The Return of the Texas Chainsaw Massacre, 1994). Se intentó dar un nuevo aire a la saga, meter de nuevo el humor negro de la secuela, y añadir una nueva familia, aunque la acción se desarrollaba en el mismo lugar que en la primera. El resultado, catastrófico, fue obra de Kim Henkel, hasta entonces guionista de la saga, en la que fue su primera y ultima aportación al mundo del cine en labores de dirección (sic). Si La nueva generación es recordada por algo, es por haber dado uno de sus primeros papeles a dos estrellas actuales, Renée Zellweger y Matthew McConaughey. Obvio que, al igual que el anteriormente citado Viggo Montersen, no quieren ni oír hablar de las respectivas películas, lo cual no deja de ser un acto de desprecio prepotente por su estatus actual, ignorando que, por malas que sean, éstas aportaron su granito de arena para que su cara fuera sonando.
Pasaron nueve años hasta que, en plena era del remake, se decidieran a fabricar el susodicho de la primera entrega. Para ello se escogió al director Marcus Nispel, conocido por dirigir videos musicales, y Michael Bay se inició como productor de remakes de clásicos del terror. A pesar de que los fans de la original esperábamos lo peor, por suerte hicieron un buen trabajo. Claro que no es igual ni superior a la de 1974, pero es digna y no insulta su nombre, que ya es bastante hoy día. El acierto fue no querer imitarla, sino dar un nuevo look a la franquicia. Como si se tratase más bien de una secuela lujosa, La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 2003), no se cortó en violencia, malrollo, ni en mostrar un Cara de cuero eficaz y más temible que los vistos en las secuelas. Este remake supuso el despegue de Jessica Biel, y su gran éxito comercial revivió la gallina de los huevos oro.
A estas alturas ya conocíamos secuelas y un remake, solo faltaba otra de las modas actuales, la precuela. Y como no podía ser menos, esa la fue la opción para continuar exprimiendo a Cara de cuero y los suyos. De nuevo producida por Bay, y manteniendo parte del reparto en lo que respecta a los villanos (impagable el “sherif” loco, interpretado por el no menos impagable R.Lee Ermey). La matanza de Texas, el comienzo (The Texas Chainsaw Massacre: The Begining, 2006), utilizó lo de “el comienzo” como excusa para ofrecer una secuela como cualquier otra, compilando en los primeros quince minutos una explicación rápida y poco convincente del pasado de la familia. Lo bueno es que, a partir de ahí, aunque todo esté muy visto, es tan macarra, sanguinolento y macabro, que la diversión sin exigencias está asegurada. Un festival gore sin descanso para disfrutar sin pretender ver nada más que eso. A cargo de la precuela estuvo Jonathan Liebesman, que se dio a conocer con En la oscuridad (Darkness Falls, 2003).
Los que piensen que ya no puede dar más de sí la franquicia, que lo piensen de nuevo. Y es que, ahora que las 3d están más de moda que nunca, La matanza de Texas se sube al carro del formato. Se supone que ya está prevista, para 2012, una nueva entrega, no se sabe si, otra vez, remake, o secuela o qué, que como novedad utilizará las tres dimensiones para mostrar de forma más truculenta los crímenes de la familia desquiciada. No seré yo quien defienda la originalidad de los cineastas, pero, como fan, y ya curado de espanto, contemplar las andanzas de Cara de cuero con las gafas de marras puede ser, al menos, muy divertido. Habrá que esperar para ver el resultado. Hasta entonces, nos quedamos las películas, los cómics, el extenso merchandising y, cómo no, con la leyenda.
1 comentario:
Creia que lo de la relacion de la mafia con "The Texas Chainsaw Massacre" era solo un rumor.
Por cierto, a mi me encanta la segunda parte!
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