Un psicópata está cometiendo crímenes atroces como parte de un ritual. Sus victimas son bellas jóvenes, a las que utiliza, una vez desmembradas, para elaborar un festín caníbal. La policía se encuentra en el caso, aunque la identidad del asesino es difícil de adivinar.
Herschell Gordon Lewis es un nombre de sobra conocido por los más aficionados al cine de terror, y a la sangre en particular. Y lo es porque Lewis es el considerado padre del cine gore. Y lo curioso es que antes de dar en la diana con la película que nos ocupa, en su afán de buscar dinero en grandes cantidades rodó, junto a su amigo, el productor David J Friedman, varias decenas de nudies, género de moda en el exploit de la época que tenía a Russ Meyer como máximo representante. Pero cuando la moda pasó y el mercado se encontraba tan saturado de nudies que las recaudaciones se dividían considerablemente, Lewis y Friedman, comenzaron a hablar sobre algo innovador, algo impactante. En definitiva, algo que, costando poco dinero, llevase a la gente en masa a las salas. La anécdota es que a Lewis le asaltó la idea de hacer Blood Feast mientras veía una película de gangsters, y no comprendía como, con tantos tiroteos, no saltaba la sangre a la pantalla. Blood Feast fue un éxito de taquilla, y después llegaron 2000 maniacos (Two Thousand Maniacs!, 1964) o Color Me Blood Red (ídem, 1965), confirmando que el gore llamaba la atención de los espectadores.
La trama de Blood Feast es de lo más ingenua y esquemática, así comos sus diálogos y personajes. Pero es la excusa perfecta para llevar a cabo lo que Lewis pretende: hacer que los espectadores (de la época) se tapen los ojos con unas torturas, amputaciones y demás lindezas que hasta ese momento no se habían visto en la gran pantalla. Incluso hoy en día, una película como Blood Feast es bastante más gore que la mayoría de las producciones truculentas que llegan a las salas, aunque lo desfasado de sus trucajes la hace perder impacto. No obstante, en su día causó un gran revuelo, e inicio una andadura que varios que muchos siguieron posteriormente. El gore había nacido. En a penas sesenta minutos, Lewis se las arregla para dejar varios momentos en la memoria del aficionado: el primer crimen en la bañera, la lengua arrancada de cuajo, o el final, menos explicito de lo esperado, en el camión de basura, hacen de Blood Feast una película que, con sus limitaciones, ha de estar en la estantería de todo fan del subgénero.
Lo mejor: Las escenas gore, por supuesto.
Lo peor: Que todo lo demás no es más que un teatro de rebajas, pero tampoco importa demasiado si lo que uno quiere ver es hemoglobina por un tubo.
Valoración (0 a 10): 5,5
Trailer
Herschell Gordon Lewis es un nombre de sobra conocido por los más aficionados al cine de terror, y a la sangre en particular. Y lo es porque Lewis es el considerado padre del cine gore. Y lo curioso es que antes de dar en la diana con la película que nos ocupa, en su afán de buscar dinero en grandes cantidades rodó, junto a su amigo, el productor David J Friedman, varias decenas de nudies, género de moda en el exploit de la época que tenía a Russ Meyer como máximo representante. Pero cuando la moda pasó y el mercado se encontraba tan saturado de nudies que las recaudaciones se dividían considerablemente, Lewis y Friedman, comenzaron a hablar sobre algo innovador, algo impactante. En definitiva, algo que, costando poco dinero, llevase a la gente en masa a las salas. La anécdota es que a Lewis le asaltó la idea de hacer Blood Feast mientras veía una película de gangsters, y no comprendía como, con tantos tiroteos, no saltaba la sangre a la pantalla. Blood Feast fue un éxito de taquilla, y después llegaron 2000 maniacos (Two Thousand Maniacs!, 1964) o Color Me Blood Red (ídem, 1965), confirmando que el gore llamaba la atención de los espectadores.
La trama de Blood Feast es de lo más ingenua y esquemática, así comos sus diálogos y personajes. Pero es la excusa perfecta para llevar a cabo lo que Lewis pretende: hacer que los espectadores (de la época) se tapen los ojos con unas torturas, amputaciones y demás lindezas que hasta ese momento no se habían visto en la gran pantalla. Incluso hoy en día, una película como Blood Feast es bastante más gore que la mayoría de las producciones truculentas que llegan a las salas, aunque lo desfasado de sus trucajes la hace perder impacto. No obstante, en su día causó un gran revuelo, e inicio una andadura que varios que muchos siguieron posteriormente. El gore había nacido. En a penas sesenta minutos, Lewis se las arregla para dejar varios momentos en la memoria del aficionado: el primer crimen en la bañera, la lengua arrancada de cuajo, o el final, menos explicito de lo esperado, en el camión de basura, hacen de Blood Feast una película que, con sus limitaciones, ha de estar en la estantería de todo fan del subgénero.
Lo mejor: Las escenas gore, por supuesto.
Lo peor: Que todo lo demás no es más que un teatro de rebajas, pero tampoco importa demasiado si lo que uno quiere ver es hemoglobina por un tubo.
Valoración (0 a 10): 5,5
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1 comentario:
Lastima que se vean tan desfasados los efectos especiales.
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