Esto de las tres dimensiones tiene su lado nostálgico. Que tiempos aquellos en los que la ingenuidad nos hacia creer que El gran tiburón (Jaws 3d, 1983) o Pesadilla final, la muerte de Freddy (Freddy´s Dead: The Final Nightmare, 1991), con sus ramplones efectos tridimensionales, eran toda una experiencia cinematográfica. Desde entonces, la tecnología ha avanzado, y esas molestas gafas de colorines que se necesitaban para ver las escenas cumbre de dichas películas, se han perdido en el tiempo. Acudí al cine a ver San Valentín sangriento (My Bloody Valentine) con la única motivación de comprobar tan nostálgico efecto visual en una película de terror de las de ahora. Y obviamente, para comprobar, cines IMAX a parte, como ha avanzado realmente la tecnología del celuloide en este campo. No obstante, para comprender realmente el cambio, tenemos Up en cartelera, o habrá que esperar a otras como, sobretodo, la esperadísima Avatar, cuyo trailer, también en 3d, se puede disfrutar en el pase de la película que nos ocupa.
Hablamos de una película que se puede ver de dos formas. Dentro de estas dos formas, puede pasar de ser curiosa, simpática, entretenida, a ser directamente prescindible. Si la vemos en 3d, el formato para el cual está ideada, resulta una experiencia, sino cien por cien gratificante, al menos interesante como golosina visual (ver, pasar el rato sin problemas, olvidar). Ahora bien, sin este detalle, se transforma en otro mediocre remake sin mayor aliciente que algunas rebuscadas muertes teñidas de gore. Más aún cuando el supuesto giro final inesperado no es más que el refrito del mismo giro que hemos visto una y otra vez de unas décadas a esta parte.
Lo mejor: Ver los sangrientos asesinatos en tres dimensiones.
Lo peor: Lo mediocre que es en realidad si dejamos pasar las artimañas visuales.
Valoración (0 a10): 5,5 (3d); 3,5 (2d)
Trailer
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