Madre mía. Aunque más bien, espero que mi madre no sepa que veo estas cosas. Yo sé que estoy cuerdo, pero no tiene porque creerlo todo el mundo. Todo esto no lo digo porque Despedazator sea una película enfermiza, solo para mentes curtidas. Al contrario, es pura coña. Pero tiene algo, aún no sé el que. Es tan, TAN mala, horripilante, risible, vergonzosa, casposa y estupida, que mientras uno esta en su casa, sólito, sentado frente a ella, esperas que nadie sepa que, por misteriosos motivos, te entretiene suficiente para verla hasta el final. La cosa (no película) trata de un tipejo que alquila un piso de un bloque antiguo y mugriento. Lo hace para estar cerca de su novia y poder relacionarse con ella más allá de los besitos en el parque. Los vecinos son igual de mugrientos que el bloque. Básicamente, tenemos a dos viejas que están siempre en el portal, una especie de punkarra hippie con ínfulas de poeta, y a una tipa disfrazada de Elvira, dueña de las tinieblas (Elvira: Mistress of the Darkness, 1988), que al menos tiene su morbo. El tipejo la desea tanto que, en una mezcla de deseo y desesperación (su novia sólo pasa por su casa para saludarle) termina cayendo en el pecado. Eso, un extraño alimento verde, yogurt del Himalaya (sic), que le proporciona el otro vecino punkarra, así como un licor también de color verde, le terminan convirtiendo en un asesino con la cara llena de pus y otras sustancias asquerosas. Todo es parte de un plan de los vecinos (viejas incluidas) para que vuelva de la muerte un alquimista que vivió allí años atrás.
Pero ojo, aunque el conjunto no aburra entre algunas escenas gore (atención al morro que le echan en una en concreto, la del atracador, al que le amputan el brazo y podemos intuir como tiene el verdadero escondido debajo de la camiseta), diálogos divertidos por tan bochornosos e interpretaciones ridículas (no hay que prestar mucha atención para comprobar que los actores, por momentos, están a punto de partirse el culo), vale la pena quedarse para ver los últimos cinco minutos. No sé si les salió de chiripa, pero ese clímax final recuerda a los mejores tiempos del gore añejo, con Mal gusto (Bad Taste, 1987) a la cabeza. Eso si, aceptando que los trucajes son descaradamente salchichas coloreadas y cosas por el estilo. Curiosidades: El actor Alan Rickman se pasea por la película, en una epoca en la que aún deberían pagarle con chicles en lugar de billetes. Supongo que hoy en día hará lo posible por olvidar que apareció en esto, o tal vez la ponga en su casa para dar fiestas peli-birreras hasta necesitar una inyección b 12. El director, un tal Greb Lamberson, no hizo mucho más en su posterior carrera. Aunque, cuidado, porque este año pretende atacar de nuevo con una continuación de tan magna obra, que se titulará Slime City Massacre.
Valoración (0 a 5): 1,5
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