jueves, 16 de julio de 2009

La última casa a la izquierda (The Last House of the Left, 2009)


Dos adolescentes son torturadas, vejadas y asesinadas por un grupo de criminales. Una fuerte tormenta irrumpe en el bosque donde se encuentran, y deciden ir a pasar la noche a la casa más próxima. Lo que no saben es que la casa en donde amablemente les han hospedado es la de los padres de una de las jóvenes.

Los setenta eran otros tiempos. Ni mejores ni peores. Simplemente distintos. Digo esto porque una película tan sucia, surrealista (ese uso de una banda sonora extrañamente alegre en contraste con las cruentas imágenes, esos policías mongólicos) y amateur como La última casa a la izquierda (The Last House of the Left, 1972), una de las mejores aportaciones al celuloide de Wes Craven, es difícil repetir tal cual hoy en día. Es por ello que los fabricantes de remakes se pasan al “plan b”. La imagen sucia es sustituida por una estilizada, en ocasiones videoclipera, y la escasez de medios para el gore da relevo a escenas truculentas más explicitas. El mencionado tono surrealista da paso a una seriedad total, exceptuando algún que otro momento cómplice durante el último tercio. Todo esto es una nueva puesta en practica de lo que ya hicieron directores como Marcus Nispel o Alexandre Aja en los remakes de La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 1974 - 2003) y Las colinas tienen ojos (The Hills Have Eyes, 1977 - 2006). Y al igual que en dihos casos, la jugada ha salido bien. No es una mala película, y lo que es más importante, es un digno remake que no empaña el recuerdo de la genial obra en que se basa.

La incipiente cantera de directores extranjeros fichados por Hollywood encuentra en David Iliadis un nuevo talento. Director de la también violenta y algo polémica Hardcore (2004), Iliadis sabe como mover la cámara, aunque aún dista de la personalidad de otros artífices de género modernos como Neil Marshall, Rob Zombie o el citado Alexandre Aja. En lo que si muestra similitudes es en su falta de complejos para abordar las imágenes más duras. Al igual que en la original, asistimos a un primer acto en el que las jóvenes son violadas y torturadas. En el segundo acto, el cine de justicieros cobra el protagonismo. En ambas partes, las torturas y las matanzas son mostradas sin miramientos (atención al apuñalamiento de una de las jóvenes, retratado casi a cámara lenta), y sin necesidad de remordimientos en los actos de venganza posteriores. Ahí es donde acierta de lleno este remake, como ya lo hacia la de Craven. Nos encontramos ante una oda a la venganza cuando es necesaria. No me vengan con aquello de que todos merecen una segunda oportunidad. Los criminales que aquí exponen, no la merecen. Esa es la razón por la que se disfruta sin complejos la media hora final, que incluye ajustes de cuentas tan sanguinarios como divertidos.

Lo mejor: La venganza.

Lo peor: Como suele ocurrir en estos casos, se trata de un remake, por lo que parte del éxito de la propuesta es relativo.

Valoración (0 a 10): 7

Trailer

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