Un grupo de jóvenes cineastas preparan un trabajo sobre la presunta existencia de trolls en Noruega. Según parece, estos seres han sido durante décadas, y por alguna razón desconocida, ocultados por el gobierno. La investigación les llevará hasta un hombre de aspecto poco amigable que, sorpresa, se dedica a cazar a estos seres.
Ya se ha hablado por aquí en numerosas ocasiones sobre el nuevo falso documental terrorífico. Recientemente, debido a la reseña sobre la justita Paranormal Activity 2 (2010), se hizo uno de esos hincapiés en la importancia, al menos comercial, y a veces también artística, que supone la actualización de este género desde finales de los noventa y la década enterita que acaba de terminar. Por ello, no haré una nueva introducción. Tan sólo diré que Troll Hunter, aunque sea más de lo mismo que aquellas, no es lo mismo. ¿Qué carajo?
Primero, destacar que estamos hablando de una producción noruega. Esto ya es, en sí mismo, algo original. El cine noruego está avanzando a pasos agigantados en los últimos años, sobre todo en lo que se refiere al cine fantástico. De allí nos llegó la obra maestra Déjame entrar (Lat den ratte komma in, 2008), y de allí están llegando algunos títulos destacables como Zombis nazis (Dead Snow, 2009) o las tres entregas de Cold Prey (Fritt Vilt, 2006-2008-2010). Troll Hunter viene a ser una especie de blockbuster local en clara respuesta a un éxito USA como fue la notable Monstruoso (Cloverfield, 2008).
Segundo, la amenaza. Películas exitosas, con zombies, espiritus o monstruos gigantes de origen desconocido, ya hemos visto muchas. Lo que hacían otros éxitos recientes del falso documental era llevar esos personajes al terreno “realista”; ya sea el falso directo o la grabación encontrada tiempo después. También hay de esto último en Troll Hunter, aunque la amenaza es algo, al menos, menos visto en la gran pantalla. Los monstruos de la función son esos seres de leyenda a los que hace referencia el titulo, provistos ahora, algunos de ellos, con un tamaño descomunal que haría mearse encima al mismísimo King Kong. Los efectos especiales, sobre todo magníficos en dichas creaciones (su convivencia con el entorno real es impecable), proporcionan rasgos diferenciadores a los “monstruos”, dotándolos de personalidad y haciendo de su visión algo espectacular y, en algunos momentos (la huída en el bosque), acojonante.
No tengo muy claro sí el director de la propuesta, André Overdal, quería conseguir realmente una sensación de realidad en las grabaciones. O si, en cambio, quería hacer algo netamente fantástico con la excusa de la resucitada moda del mockumentary. El uso de la grabación encontrada, en este caso, se me antoja poco eficaz si analizamos la película con dicho barómetro. Al poco de comenzar, el que aquí suscribe empezó a contemplar la experiencia más bien como una nueva monster movie, eso sí, por encima de la media, que como un ejercicio de hiper-realidad. Más o menos, algo parecido me pasó con Monstruoso, y sin embargo, no me pasó con REC (2007) o El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, 1999). Al fin y al cabo, es difícil concebir como reales las situaciones que aquí se plantean, adornadas con efectos especiales creados por ordenador (por buenos y creíbles que sean éstos). Por así decirlo, es una experiencia más visual que física. Más espectacular que terrenal.
Los actores no lo hacen mal, auque no son tan convincentes como es necesario en este tipo de productos. Pero, como apunté, más que una credibilidad, lo que hay que buscar en Troll Hunter es la experiencia visual pura y dura. Como tal, contiene momentos para el recuerdo (al citado anteriormente, añadir el asedio a los protagonistas en la cueva o el vibrante clímax final). Lastima que en el trailer pudimos ver todo esto y, llegado el visionado, no sorprendan del mismo modo. Así que, si estás a tiempo, no te informes más sobre la película y compruébalo por ti mismo. Para todo fan curioso del género, valdrá la pena.